martes, 30 de junio de 2020

Allende

PANADERÍA CHENCHOS

Segmento del programa de televisión Reportajes de Alvarado

 

Material audiovisual proporcionado por la Dirección Municipal de Cultura y Educación de Allende, Coah.

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LA DANZA DE LA NUEZ

por Profra. Adriana Leticia Saldivar Martínez

 

La danza de la nuez es exclusiva del municipio de Allende, ya que representa nuestras raíces, costumbres y tradiciones de nuestro pueblo.

Esta danza es de carácter popular y se ejecuta en los festivales de nuestro municipio como, por ejemplo: Para venerar al santo patrono San Juan de Mata. Para la celebración de aniversario de la fundación de Allende. Para dar gracias a la naturaleza por la fertilidad del suelo y las abundancias de las cosechas de nuez, trigo, maíz, camote, sorgo, etc.

Esta danza se caracteriza por su destreza, agilidad y gracia para la ejecución de sus pasos, en ella se representa la forma de apalear y de recolectar la nuez y el trabajo mutuo entre hombres y mujeres para dicha actividad.

Instrumentos Musicales: La música fue creada por: Profesor Jesús Zapata García, maestro de educación artística y músico profesional, director del grupo musical D’etiqueta. Instrumentos: tambor tamtan de pie (percusión), contrabajo, armónica y guitarra acústica.

¿Cómo nació la danza?: Tratando de imitar la forma tradicional del apaleo del nogal, con garrocha, para la pizca o recolección de la nuez, y con la armónica se le dio un toque campirano.

Vestuario e Implementación: La creadora del vestuario fue la señora Rosa Carmen Mondragón Cárdenas, persona reconocida en la localidad por su gusto artístico y diseño del vestuario típico de nuestro municipio.

Creó el vestuario ganador de la Danza de la Nuez tomando en cuenta los elementos del campo, en especial del nogal y sus características, sus colores y también tomando en cuenta el clima de la localidad que es extremoso, utilizó la manta para la confección del mismo.

Vestuario de la Mujer: Consiste en una túnica de manta de cuello cuadrado, manga corta y aberturas a los costados un poco más arriba de la rodilla, el borde de las aberturas, cuello y mangas va adornado con cáscaras de nueces, lleva pintado a mano unas franjas verdes que simbolizan el follaje de los nogales y café por el tronco del nogal. Lleva tobilleras de nueces secas y acompaña la danza con un guaje, baila descalza. En la cabeza lleva un penacho o tocado de hojas de nogal, en la cara se pinta dos líneas cafés para protegerse de los rayos del sol. Lleva un morral de ixtle donde va guardando las nueces que recoge y un collar de nueces.

Vestuario del Hombre: Calzón y camisa de manta, el calzón va debajo de la rodilla, lleva pintado adornos en verde y café, aplicaciones de nueces, va descalzo y complementa su vestuario con una garrocha para apalear.

Vestuario del Cuervo: Representa al mal o viejo de la danza, llega con los apaleadores para llevarse la nuez, su vestuario es sencillo en color negro, camisa, que en las mangas lleva una especie de alas que mueve constantemente cuando aletea, pantalón negro, zapatos negros y paliacate para cubrir la cabeza también en color negro.

Coreografía: Fue creada por la profesora Adriana Leticia Saldívar Martínez, encargada del club de danza de la secundaria Marcos Benavides, escuela con gran prestigio en nuestra ciudad con sesenta y dos años de fundación. A invitación del profesor Modesto Gracia, regidor en educación y cultura 2000-2002, se participó en el concurso para crear la Danza de la Nuez que representara al municipio, el director de la secundaria y creador de la música, profesor Jesús Zapata Gracia y yo nos dimos a la tarea de recrear la pizca de la nuez, actividad tradicional del municipio, con pasos y música que identificaran esta actividad. La coreografía de formas sencillas, recreando figuras que se hacen alrededor del nogal y líneas para iniciar y terminar la danza, buscan plasmar la imagen típica del apaleo y recolección de la nuez.

Informantes: María Elena de León Sotelo / Manuela Mejía Arredondo / Evaristo Rodríguez Chapa / José Díaz Gutiérrez / Olivia Ríos Pérez / José Federico Ramos Olvera / José Gurrola Ramos / Adriana Leticia Saldívar / Ernesto Lozano Flores / Dora Alicia Galván / Antero Alvarado Saldívar

Investigador: Francisco Carreón Bernal                            Compilación: Isabela Corona Vallejo

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RESTAURANTE DOÑA HERLINDA

Segmento del programa de televisión Reportajes de Alvarado

 

Material audiovisual proporcionado por la Dirección Municipal de Cultura y Educación de Allende, Coah.

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LOS HERMANOS BARRÓN

Segmento del programa de televisión Reportajes de Alvarado

Material audiovisual proporcionado por la Dirección Municipal de Cultura y Educación de Allende, Coah.

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LA CASA DE LA CULTURA

por Olivia Ríos Pérez

 

Mis recuerdos en Allende Coahuila, que es mi tierra natal son muchos, pero únicamente me enfocaré en narrar mis vivencias en la Casa de la Cultura. Siendo presidente municipal el señor Humberto Leonel Moreno Vázquez y regidor de educación el profesor Modesto Engracia Ramírez, se me invitó a formar parte del nacimiento de la Casa de la Cultura que años atrás se había intentado cuando fue presidente municipal el licenciado Tomás Navarro. Tal vez faltó empuje o interés, pero en aquel tiempo no funciono. Esta vez fue diferente, a todas las personas que nos invitaron aceptamos y nos comprometimos. Entre esas personas qué acudimos al llamado aquel febrero de 2010 estuvimos la profesora Juanita Galicia López, Clara Mireya Palacios, Carlos Alberto Rosales, Hipólito Olivo y un maestro de Misión Cultural, entre otros. Mientras se hacían algunos preparativos para el arranque, se me nombró provisionalmente como directora de la naciente Casa de la Cultura, y nos lanzamos sin remos al mar, pero con el gran anhelo de servir a mi pueblo, acepté el cargo de directora. Más tarde se me dio el nombramiento oficial y se hizo la inauguración el 10 de marzo del 2010 a las 17:00 hrs. Presentes en el acto estuvieron el presidente municipal, la señora María Elena Mondragón, el profesor Modesto Engracia y otras personalidades. Una servidora hizo el corte de listón y la promesa de mi parte comprometida para iniciar con paso firme. Algo de historia: no teníamos local, se nos prestó una parte de la casa de rehabilitación. No teníamos ni mobiliario, pizarrón abanicos, etcétera, únicamente el deseo de servir. Se hizo convocatoria por medio de la radio, carteles y demás y la voz del pueblo no se hizo esperar. Almacenes Tito nos regaló 15 sillas de plástico, Coca Cola nos prestó dos mesas, la tienda Bomer un abanico de pedestal, el profesor Modesto nos consiguió un pizarrón, la señora María Elena Mondragón nos regaló un ajedrez y así fuimos creciendo con la ayuda de Dios. No quiero presumir, pero fue tanta la euforia que una matrícula de más de 200 alumnos distribuidos en las distintas actividades y horarios que los maestros acomodaron.

Entre los cursos que hubo en ese tiempo fueron: dibujo con el profesor Hipólito Olivo, música con Carlos Alberto Rosales, gimnasia con el profesor José Mujica Ríos, danza con la profesora Rosario Rodríguez, retrato con Mireya Palacios, ajedrez profesor Ricardo Olvera. Más tarde se agregaría danza clásica con una maestra de Saltillo, teatro y cuento con Martín Guevara, Juanita Galicia poesía y ortografía y una servidora también poesía. Así fue creciendo la Casa de la Cultura en actividades y necesidades. Alumnos que entraron de 5, 6 años en la clase de ballet, después fueron maestras como Maray Coyac y más tarde su hermana Gladys. Hubo varios maestros de danza folclórica, como el profesor Justo de la Misión Cultural, Francisco Bernal, Arnulfo González, Juanita Guevara de danza moderna, etcétera.

Sufrir para merecer. Estuvimos después en un local que nos facilitó el señor Jesús Torres y años más tarde se adquirió el Casino Nacional, se remodeló, se ampliaron las actividades (como la rondalla), se invitaron a poetas del pueblo, se promocionaron libros de maestras Juanita Galicia y Manuelita Mejía, se hizo presentación de otros libros y también se rescataron valores y tradiciones como pastorelas, altares de muerto, días festivos, etc. Se participó en desfiles, hubo gran participación del grupo de danza. Se hizo un intercambio, los maestros fueron a Dallas y después nos visitó de allá el grupo “Imperio Maya”, nuestros alumnos participaron en fiestas patronales e invitados a Morelos y Villa Unión donde reconocieron su entrega. Se hicieron concursos de poesía y de muchas otras actividades culturales. Los viernes tuvimos cine club y música del recuerdo, estos alternados. Me quedé orgullosamente dos trienios con el señor Moreno Vázquez y con el señor Barrón Zulaica, a este último, le tocó inaugurar e imponer el nombre del profesor Ricardo Huitrón Fraustro, un gran maestro activista. Se podría hacer un libro, más estoy contenta de que se me dio la oportunidad de participar. Muchas gracias.

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EL ALLENDE DEL PASADO

por Estela Mendoza Campos


Yo nací en Nava el 20 de junio de 1927 y vinimos en 1940 aquí a Allende. No conocíamos a nadie, no queríamos salir, luego empezamos a conocer gente, las primeras que conocí Socorro Vega, Blanca Arizpe, Aurora Garza y Blanca del Campo me platicaron que aquí había un tranvía, pero nunca lo conocí, yo no supe qué era aquí en Allende; la parroquia no está cercada, tenía adentro un barandal y uno se hincaba, daba la misa el padre Ocampo, lo conocí desde chica, con él hice la primera comunión. Aquí en Allende la única calle pavimentada era la calle Real o calle Juárez, la plaza estaba sencillita pero tenía muchas bancas, eran como de mármol y todas tenían el nombre de la familia que las había donado.

Había unas bancas alrededor y había un quiosco, no sé si esté igual, ya estaba la Presidencia también viniendo por la calle Guerrero. No había luz eléctrica por las calles, nomás en las casas, nosotros vivíamos por la independencia y había una placita que se llama Escobedo, ahora donde está el DIF y el kínder ya estaba; la escuela Domínguez se hizo mucho después, tanto que en ella primero la hicieron más grandecita, luego la volvieron a arreglar. Después, ya me había casado yo con Ramiro Urrutia Genera y ya con mis hijos, mi marido fue Presiente de la Sociedad de Padres de Familia. El trabajaba mucho, ahí para la escuela llegaron a hacer bailes, traía la música de Rosita y los bailes se hacían en la placita en el mismo hizo cuando ya estaba casada.

Pero antes, en la calle Juárez donde está la paletería Michoacana y en frente de una ferretera de don Armando González, estaba la Central de Autobuses, estaba también otra tienda de ropa de don Epigmenio Lozano, el cine Rosalía y había una Plaza de Toros, donde ahora es la frutería Elizondo y Comisión Federal de Electricidad y otros negocios, todo eso era una Plaza de Toros y ahí se hacía de todo, se presentaron muchos artistas como Pedro Infante, Lola Beltrán y más. En esa plaza también había lucha libre y boxeo y luego lo usaron para toda clase de juegos hasta que desapareció.

Íbamos a los bailes aún parquecito llamado “Las Mitlas” en frente de la tienda de Fito Rocha, metido para dentro, ahí vendían sodas, botanas y hacían bailes. Cuando salíamos a pasear nada más íbamos a la plaza, no había otro parque ni nada, el único paseo que había era a los trenes, venir a la estación del ferrocarril a ver pasar los trenes, a mí me gustaba subir a los trenes, a un tren que corría de Acuña a Allende le decían La Marrana, las muchachas o jóvenes acostumbraban venir los domingos por las tardes a pasear, a dar vueltas por los rieles y se subían cuando estaba parado, me gustaba ir a los bailes que había en la Mutualista Allende, nos invitaban nos juntamos varias muchachas y llegamos a ir hasta Río Bravo a los bailes, nos llevaba en un taxi del señor que por sobrenombre le decían Barrilito Muñoz, era un señor muy atento y respetuoso, a mí me gustaba mucho el baile, esos eran nuestros pasatiempos de solteras.

Yo llegué a trabajar en un taller de costura por la calle galeana que lo tenía la señora Dávila, no recuerdo el nombre, ahí se ocupaba a muchas mujeres ahí, gorda vamos nos llevamos material a la casa para poder terminarlo, ahí trabajé mucho tiempo, ya estaba la fábrica textil yo nunca trabajé. Yo trabajé en una planta de luz, el gerente era don Alfredo Aguirre, creo solo era luz para Allende; había una fábrica de hielo también ahí por la calle Independencia en la misma manzana pegado allí enseguida estaba un taller que hacía costales para la harina, grande de 50 20 y 10, yo llegué a trabajar allí en esa fábrica de costura.

Después conocí a mi esposo un 15 de noviembre de 1946 y me casé en 1947. Mi esposo se llamaba Ramiro Urrutia Genera, el trabajaba en la Textil del Norte y yo trabajaba en la fábrica de costales. Nos íbamos al cine Rosalía, en la placita Escobedo había juegos, columpios, sube y baja, ahí íbamos a dar la vuelta y en el quiosco de vez en cuando hacían los bailes y ahí bailábamos alrededor. De casada ya no bailé, pues a mi esposo no le gustaba bailar, pero bailé sola. De casada solo trabajaba en casa, Dios me dio mucha familia, mi esposo era electricista, estudio por correspondencia y trabajo en la Textil del Norte hasta que se quemó y lo mandaron a Saltillo, pero él no quiso irse porque ya tenía instalado su taller aquí en casa. Yo si quería irme, pero él dijo no; podrán tener las escuelas enfrente (el tecnológico) y no van a querer volver, mejor aquí, si quieren estudiar estudio les damos, primero Dios.

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LA NIÑA QUE LLEGA A SER MAESTRA
(Versión verídica)
por Profra. Manuelita Mejía Arredono

El Allende de los sesentas era un pequeño poblado muy pintoresco por la gente que lo embellecía todas las mañanas al barrer sus calles, regar jardines con hermosas y coloridas flores que abrían sus pétalos día a día como queriendo contemplar el paso de los niños que bajo los primeros rayos del sol se dirigían a la escuela contentos y llenos de energía.

Aquellas mujeres que también confundían sus pasos entre ellos; cargaban en sus cubetas nixtamal para dirigirse al molino escuchando atentas esa algarabía de niños.

Pero detrás de ese inquieto y apresurado tumulto caminaba una linda niña que mostraba la humildad en su vestimenta. ¡Pero cómo no iba a ser humilde su vestido! si esta sencilla niña descendía de unos padres campesinos que no deseando la misma vida para su hija la mandaban a estudiar con la esperanza de que en un futuro ella tuviera éxito en la vida y un próspero destino.

Y así, muy lentamente, caminaba la niña por las calles... confundiendo sus pensamientos con las murmuraciones de la gente que al verla pasar se preguntaban por qué esa niña tan humilde había llegado al mundo solo a sufrir.

Mas… la silenciosa niña sin percatarse de nada muy absorta en sus pensamientos! caminaba diariamente hasta llegar a la escuela que parecía que sonriente la esperaba con sus puertas entreabiertas como invitándola a pasar.

¡Pero... vaya ironía de la vida! porque al llegar a ella, la niña se encontraba constantemente con otro recibimiento cruel de sus compañeros de grupo, que haciendo balla, le gritaban ofensas y se burlaban de ella por ser una pobre niña campesina. ¡Sin embargo, la humilde niña no respondía a sus agresiones! solo entraba muy lentamente colocando sus libros en su única amiga y compañera: la banca del salón.

¡Pero vaya consuelo de la niña humilde! porque en medio de tanto rechazo había una persona que la quería y admiraba mucho; Era la maestra del salón que al ver la situación en que se encontraba la niña, reprendía a los alumnos poniéndoles de ejemplo a esa niña hermosa dotada de inteligencia, paciencia y muchos deseos de aprender.

Cuando la maestra la defendía, la niña se ponía ¡muy contenta! y se lo agradecía con una linda sonrisa que a la misma maestra ensalzaba. ¡Pero como no iba a agradecer esa humilde niña a su maestra, si despertaba en ella una admiración tan grande! llevándola a la ilusión de ser maestra de los niños del salón.

¡Qué bello pensamiento tenía la niña! porque aquélla grande ilusión no le permitía guardar rencores hacia los compañeros que la molestaban. Al contrario; ella quería ser la maestra del salón. La humilde maestra niña de los niños del salón.

Cuando llegaba la hora del recreo y los niños salían apresurados a jugar… ella no se levantaba de su banca; se quedaba pensativa imaginándose, dando clases en su limpia y florida escuelita. Pero...en algunas ocasiones de su banca se levantaba presurosa tomando los gises del escritorio y guardándolos   en sus libros, temerosa de que algún niño intencionalmente la estuviera observando.
Al escucharse el fuerte y sonoro  sonido de la campana que anunciaba  la hora de salida, todos los niños  corrían a sus casas y detrás de ellos caminaba la humilde niña llevando entre sus libros su más preciado tesoro!;  los gises del salón que la acompañaban silenciosos  a su humilde casa de adobe que tenía una solitaria lámina recargada a la pared pareciendo esperar pacientemente que  los gises que cargaba la niña brincaran a ella a moldear esa  letra preciosa acompañada de enunciados transformados  en textos llenos de la  imaginación de la humilde maestra niña! Pero… ¿Y los niños? ¿Y las bancas? ¡Nada! No existía nada más. Solo una vieja lámina que se dejaba embellecer por la hermosa letra que moldeaban los gises de una niña de salón.

Así paso el tiempo y la niña siguió asistiendo a la escuela con sus únicos amigos lo libros. Pero...un exitoso y afortunado día esa niña se convirtió en una linda jovencita que esforzada logró su sueño anhelado y así con mucha emoción recibió su título de maestra y con gran vocación impartió clases a los niños aconsejándolos e invitándolos a ser responsables y estudiosos para lograr siempre su sueño anhelado.

Y durante muchos años el sueño de esta maestra se convirtió en realidad porque los niños de su escuela pasaron a ser jóvenes exitosos con títulos de abogados, licenciados, psicólogos, arquitectos, doctores, administradores de empresas y sencillos maestros que siguiendo el ejemplo de la humilde maestra niña han transformado y seguirán transformando la vida de la gente de Allende Coahuila. Ese bello pueblito que en la época de los sesentas fue cuna de:
"la humilde maestra niña".

Fin.


Allende

LA MOLINERA
por Evaristo Rodríguez Chapa


Ubicado en el municipio de Allende Coahuila, por la calle Mutualismo, anteriormente llamada Calle del Molino, al lado poniente de la mancha urbana de la ciudad

Llamada “Allende Industrial” en sus momentos de funcionamiento, por los años de alrededor de 1940; era una industria de molienda de trigo; sus últimos dueños fueron Amador Chapa Cadena, que era dueño de los molinos de Piedras Negras, Sabinas y Monclova Coahuila; y su hermano Ventura Chapa Cadena fue el administrador de esta construida en Allende.

La obra se realizó por la misma época de los molinos de trigo de los municipios vecinos de Morelos y Nava Coahuila, de las familias Tron y la familia Derbez respectivamente.

Esta obra al igual que las de los otros municipios se construyeron al lado de una acequia o arroyo, porque dependía de energía eléctrica producida por turbinas movidas por fuerza del agua.

En lo que es hoy la casa principal de la finca se encontraba una fábrica de pastas principalmente de fideos.

Al fondo, enfrente de esta construcción, se encontraban las bodegas como son el almacén de refacciones, máquinas y herramientas, contaba también con un banco de combustibles y lubricantes, casetas de vigilancia y casa de administrador. El tanque elevado de agua, de la misma época de la construcción para abastecer toda la planta de este líquido.

Los agricultores de la región traían a este molino a vender sus cosechas de trigo y en acciones algunos agricultores, parte de su pago lo pedían en harina para alimentación de ellos mismos, como son la típica tortilla de harina y para elaboración del pan.

Algunas personas antecesoras de familias de aquí de la cuidad trabajaron en esta molinera.

En 1965 debido a un corto circuito, se incendió la fábrica de trigo y ya no se reparó.

Piedras Negras

HIELERO

por Joaquín Guerrero Acosta


Un día le pregunté a mi padre y a mi abuela por el oficio de mi abuelo. Era hielero, según yo había escuchado, y ya que ese oficio no existe como tal en nuestros días, me pareció interesante imaginar aquella actividad en el Piedras Negras de los años 50.

Mi abuelo, Joaquín Guerrero Becinais, trabajó desde niño en algunos locales del Mercado Zaragoza, para conseguir tiempo después, un trabajo fijo como chofer de la Casa Zúñiga, propiedad del comerciante José Zúñiga, para quien hacía entregas y viajes a Monterrey y San Antonio, e incluso encargos como llevar al equipo de beisbol que patrocinaba ese comercio a sus juegos por toda la región.

Fue poco antes de la década de los 50, cuando mi abuelo dejó su trabajo de chofer para dedicarse al oficio que ocuparía la mayor parte de su vida: repartir hielo en su camioneta por las colonias de Piedras Negras, en una época en la que la mayoría de la gente no contaba con un refrigerador.

“La gente tenía hieleras para guardar su comida. Las hacían con madera y lámina, y luego guardaban el hielo envuelto en alguna tela”, platica mi abuela, María Guadalupe Palomo, quien conoció y se casó con mi abuelo cuando éste ya era hielero.

Antes de las seis de la mañana, Don Joaquín cargaba su camioneta en la fábrica de hielo “La Fronteriza” (una de las tres fabricas de hielo en la ciudad) con pesados bloques de hielo que cortaba hasta en 16 piezas y cuyo costo para mediados de los años 50 era de un peso.

“Usaba un serrucho, más que el picahielos, para no desperdiciar tanto hielo y sacar más piezas de la barra”, recuerda mi padre Joaquín, quien cada temporada vacacional trabajaba con mi abuelo y se unía a Rogelio y “Juanón”, sus ayudantes más recurrentes.

Al igual que los demás hieleros, tenía su ruta establecida, que fue cambiando con el correr de los años pero que durante mucho tiempo abarcó las colonias del centro de Piedras Negras. “Comenzábamos en el Mundo Nuevo, luego en la colonia Zaragoza y de ahí repartíamos en la calle Ocampo, y algunas otras calles del centro”, explica mi papá, quien recuerda incluso el lugar exacto de la calle Fuente en el cual se detenían a comprar tortillas de maíz que una señora vendía en la banqueta directo de su comal.

También repartían en la colonia Buena Vista y en la 28 de junio, colonia creada luego de la inundación del 54 en la que mi abuelo, por cierto, utilizó su camioneta para trasladar a decenas de familias a la parte alta de la ciudad y donde después se las ingenió para conseguir hielo y repartirlo en los campamentos de damnificados asediados por el calor de aquellos meses.

Y es que el Hielo era buen negocio de marzo a octubre, y los meses de mayor calor en los que mi abuelo cargaba dos veces al día la camioneta y vendía hasta 20 barras de hielo, eran tiempos de bonanza en los que nada faltaba a los hieleros y sus familias.

 El sonido del claxon de aquella Chevrolet 1950 anunciaba a los vecinos que había llegado el hielo, y mientras se atendían los pedidos y se comenzaban a cortar las barras, decenas de niños, algunos descalzos a pesar del sol, se acercaban a la caja de la camioneta para tomar pedacitos de hielo desquebrajado como si se tratara de dulces.

“¡Ya llegó el hielo!, ¡No cura pero refresca!” gritaba Don Joaquín haciendo referencia a quienes buscaban quizá en alguna bebida helada el alivio para la resaca del fin de semana.
Repartir hielo de casa en casa significaba en ese entonces entrar -literalmente-  hasta la cocina de los hogares. Era como ver de reojo la intimidad de las viviendas y de las personas, mientras mojaban con el escurrir del hielo, los pisos más limpios y los no tanto.
Era un trabajo pesado, pero bien recompensado, aunque al igual que otros negocios tenía su temporada baja y en los meses de invierno, los hieleros debían buscar alguna otra actividad. En el caso de mi abuelo, esto  significaba volver a realizar trabajos de chofer y  fletes para particulares o comerciantes de la época.
Innumerables ocasiones, la camioneta de Don Joaquín cruzó el puente internacional de esta frontera trayendo desde máquinas o piezas para una nueva maquiladora, hasta electrodomésticos comprados por las familias de mexicas en los Estados Unidos. “Cada que cruzo un refrigerador pierdo un cliente”, reflexionaba mi abuelo, entendiendo seguramente que tarde o temprano, el oficio de hielero se habría de extinguir.
A principios de los años 70, cuando efectivamente, el negocio de repartir hielo comenzaba a agonizar y el esfuerzo físico comenzó a hacer mella, Don Joaquín dejó esta actividad. De un día para otro guardó el serrucho y los picahielos y volvió a trabajar como chofer para un comerciante local hasta su retiro.
Hoy en día  ya no existen los hieleros. Igual que muchos otros oficios han desaparecido de esta y otras ciudades con la llegada de la modernidad, pero en algún tiempo, actividades como ésta, fueron el sustento de las familias que consolidaron y que han visto crecer a Piedras Negras.

Allende

HISTORIAS VERDADERAS
por Profra. María Elena de León Sotelo

 

Es para mí un honor participar con ustedes y para el público dar a conocer hechos reales que sucedieron aquí en Allende Coahuila. Algunas cosas las sé por mi abuelo Alberto de León Lozano y mi padre Leopoldo de León Galindo, como el caso de Arnulfo González Muñoz, quien fue amigo desde la infancia de Pedro Galindo Ramírez, hijo de Alejo Galindo Jiménez y Gregorita Ramírez, era hermano de mi abuela María Luisa y mi tía consuelo Galindo Ramírez, eran amigos inseparables hasta que le dieron muerte a mi tío Pedrito a la edad de 15 años un 12 de agosto de 1916, lo asesinó un joven de más edad que Pedrito llamaba Silvestre Lozano al cual le decían el Chacal”, según él lo asesinó porque un día pasó por la acequia en el camino y se encontraba un grupo de niños bañándose y ahí se encontraba Pedrito, que así le decían de cariño, con su amigo Arnulfo González, pero Arnulfo se retiró antes de lo sucedido, él le decía -vámonos Pedrito, yo ya me voy-,  Pedrito le dice -vete tú, yo me quedo y te alcanzo al rato-, a lo que él se fue y ya no se dio cuenta de lo que sucedió; y al pasar Silvestre por donde estaba el grupo bañándose, un niño le grita ahí viene el Chacal!-, y todos salen corriendo del agua menos Pedrito quien siguió bañándose, se acerca Silvestre y le dice -vas a ver, me las vas a pagar- y Pedrito le contestó -yo no fui, fue alguien que estaba en el grupo, pero yo no vi quién- y Silvestre le contestó -pues tú me las vas a pagar-.

Pasan unos días y Silvestre va y busca a Pedrito quien se encontraba en el pequeño negocio que tenía su papá donde vendían pan, estaba un compañero con él cuando llega el asesino Silvestre dándole una puñalada por la espalda a la altura del omóplato que le atravesó una arteria principal, cayendo Pedrito en una laguna de sangre. Corre el compañerito, el niño Andrés Herrada, a donde estaba mi bisabuelo Alejo que estaba en su trabajo en la siguiente esquina, que era la Casa Dos Mundos, ya que provisionalmente estaba ahí la Presidencia Municipal y se encontraba en su oficina y le dice don Alejo, don Alejo, un muchacho acaba de cortar a Pedrito y está en una laguna de sangre, vaya pronto!- a lo que mi bisabuelo sale corriendo y llega al lugar del negocio que está ubicado por la calle Juárez, donde se encuentra actualmente Distribuidora Aguillón, ya para esto le había dicho al niño que fuera en busca del doctor Francisco Lozano, doctor de ese entonces y cuando llega el doctor le dice a mi bisabuelo Alejo que no hay nada que hacer.

Empieza a llegar más gente y llegan también las autoridades y le dicen que ya habían detenido al asesino, preguntándole que pedía de castigo para el asesino, mi abuelo les dice que él no pide nada en su contra, porque no quiere ver sufrir a la mamá de él, tal y como están sufriendo ellos, el asesino era hijo único y sostenía a su madre, y si lo encerraban ¿qué iba a ser de la pobre señora?, dijo que las autoridades se encargarán del caso pero que él perdonaba todo, le dijo a mi abuela y a mi tía que siempre fueran y actuarán con humildad, con amor, que no guardaran rencor ni odio porque eso no le agrada a Dios nuestro Señor.

En el funeral acompañó hasta la tumba a Pedrito, su gran amigo y compañero Arnulfo González Muñoz, el que nunca dejó de visitar a la familia. Cuando mi abuela se casa y tiene a su hija Amparo Berta de León Galindo, Arnulfo la bautiza, pasando a ser padrino de mi tía Amparo, también iba a bautizar a mi papá Leopoldo, quién nació el 4 de enero de 1925, pero en ese año matan a Arnulfo por lo que ya no es posible bautizarlo.

Arnulfo González fue muerto el 30 de julio de 1925; mi abuela María Luisa Galindo Ramírez también nació en el mismo año que Arnulfo González, un 26 de febrero y Arnulfo un 25 de mayo de 1903. ¡Qué cosas!, mi abuelo Alberto de León Lozano está enterrado cerca de la tumba de Arnulfo González, están cerca los compadres.

Hay una cosa que nadie conoce, Arnulfo González no mató al rural, Arnulfo le dio tres tiros al teniente en la tetilla de lado izquierdo con una pistola escuadra calibre 25, el teniente le da Arnulfo en la vejiga con la pistola 45 reglamentaria que usaba, cuando Arnulfo le da los tres tiros el teniente se cae sentado en la banqueta queriéndose levantar, sale de una cantina que estaba cerca de los hechos un señor llamado lix Treviño y por la espalda le dio al teniente matándolo con una pistola 38.

Yo conocí a la maestra Raquel González Muñoz y a otra de sus hermanas de Arnulfo, Raquel era maestra de primer grado en la escuela primaria Benito Juárez, aún existe la escuela y fue maestra de mi hermano Polo muy linda gente muy estricta, quería mucho a mi hermano, era de las buenas maestras y muy querida por toda la gente. En la actualidad vive aquí, en Allende Coahuila, la familia de don Sergio González, quien tenía una gasolinera frente a la secundaria Marcos Benavides, aún vive Juanita González hermana de don Sergio, ellos son familiares de Arnulfo González.

También cabe mencionar que aquí en Allende había molinos de nixtamal, uno por la calle Hidalgo que era de don José Nieto, por la calle Mina y 5 de Mayo había otro de don Vicente Arteaga, otro de don Jesús Martínez por la calle Matamoros y Manuel Acuña y otro de don Jesús también estaba por la calle Galeana al oriente cerca de la fábrica textil, toda esa manzana de casas eran de renta las rentaba don Jesús, allí estaba el molino en una de esas casas y lo atendía un señor que se llamaba Fito Hernández y su esposa Elida González; a todos estos molinos me tocó ir a moler el nixtamal pero a dónde más fui fue al de don José Nieto, era el más cercano de la casa de donde yo vivía, estaba yo en segundo año de la escuela Benito Juárez, a veces me llevaba mi mamá y otras veces mis hermanos, pero yo era la que sacaba la masa, me gustaba ir porque siempre que iba al molino, pasaba por la Refaccionaria y Taller Lozano, ahí estaba siempre sentado el dueño, don Ernesto Lozano, quién era pariente de mi abuelo, a mi papá le decía tío y nosotros también; siempre que pasaba me decía; -mija qué madrugadora ya va al molino tan temprano- y yo le contestaba, -sí tío, para que mamá nos hagan las tortillas calientitas para almorzar e irnos a la escuela-, él me daba una moneda de 20 centavos o de 50 centavos, que era un tostón, para que lo gastará en la escuela. Son muy bonitos recuerdos del tío, actualmente existe la Refaccionaria Lozano y la atiende el nieto del tío, don Ernesto Lozano, a quien cariñosamente le llamamos Netito.

En ese tiempo de mi niñez era muy bonito todo, había mucho respeto, me acuerdo de que me mandaban a la tienda de don Prisciliano Lozano a comprar el mandado, él era el que vendía y para las cinco de la mañana ya estaba abierta la tienda, era un señor alto y bigotón, cómo la gente de antes muy, muy atento, muy amable con toda la gente y conocido de la familia de mis abuelos y bisabuelos; ahora la tienda la tiene su hijo don Manuel Lozano y su esposa Conchita.

Había una tienda de abarrotes del Chino Manuel, otra tienda de don Celedonio González; había carnicerías por la calle Juárez a las cuales se les decía marquetas allá en los años sesenta, una era de don Francisco Galván, otra de don Felipe Ruiz, otra de don Julián Lozano y otra de don Pablo Zaldívar. También había la tienda de ropa de doña Carlota Contreras, quedando como propietario posteriormente Toñito Rocha quien también vendió muebles; otra tienda de ropa de don David Martínez; asimismo, la tienda el almacén de don Lalo Zaldívar, otro almacén de don Polo Peña, otro que estaba dónde se encuentra ahora el Bancomer; había dos relojerías, una llamada El Diamante, de don Luciano Cortés, a ese señor lo conocí porque era el padrino de mi hermano Polo.
 
Esta historia continuará, aún hay más de lo que había en ese tiempo y me tocó vivir.

CONVOCATORIA

La Coordinación en la Región Norte de la Secretaría de Cultura del Estado de Coahuila de Zaragoza Convoca a los habitantes de...