miércoles, 5 de agosto de 2020

Morelos

PEQUEÑOS RELATOS DE MI PUEBLO…

por Ramiro Pérez Zulaica

EL PARIÁN

Contaban nuestros abuelos, que a principios del siglo XX, en los terrenos donde se encuentra hoy la escuela primaria “José María Flores Rosas”, existía un mercado al cuál la gente le llamaba “El Parián”, donde la población ofrecía lo que producía. Cada cierto día de cada mes, llegaban a caballo al mercado, algunos indios que habitaban nuestra región, donde ofrecían a trueque productos que ellos elaboraban, como: canastos y petates hechos a base de tule (planta común en los nacimientos de agua de la región), así como carne seca de venado. La palabra compadre la utilizaban para dirigirse a las personas con las que realizaban el cambio de mercancía. Llamaba la atención de la gente, que llegaban y se retiraban formando una fila. Habitaban a orillas de manantiales (llamados comúnmente “Ojos de Agua”) de este municipio, donde la gente regularmente se encontraba puntas de fechas (pedernales). Relato proporcionado por el profesor Salvador Garza Galindo.

EL CINE TERRAZA TROPICAL

Su ubicación está por la calle Guerrero, entre Juárez y Morelos. Sus dueños eran la familia Zertuche, era un cine al aire libre, donde había funciones cuatro veces a la semana. Los martes era función de adultos y pasaban dos películas, los jueves, sábados y  domingos eran funciones familiares; los sábados pasaban tres películas y los domingos se realizaban dos funciones de dos películas cada una, la primera función era a las dos de la tarde y la otra en la noche. La terraza Tropical se encontraba comunicada por medio de una puerta a una bodega, donde se realizaban las funciones de los domingos en la tarde. En sus inicios existían promociones como el juntar cuatro bolsas de café “Colón” o café “Estrella 57”, las cuales equivalían a un boleto de entrada, y eran cambiadas en la taquilla; en épocas de cosecha de melón, se regalaba uno a las personas que acudían a la función, las promociones se realizaban una vez por semana. Por muchos años la taquilla estuvo a cargo de doña Julieta Nicolás y don Polo Requena era el encargado de la dulcería, donde se compraban las palomitas envueltas en alcatraz de periódico, refrescos en el popular vaso encerado color rojo de Coca Cola o de Fanta de diversos sabores, así como chicles, chocolates cacahuates, etc.

LA TIENDA DE DON NACHO

Su dueño era don Ignacio Rodríguez, la tienda se ubicaba frente a la plaza principal, en la esquina de las calles Morelos y Rayón; ahí se podían encontrar desde: frutas, verduras, abarrotes, ropa, calzado, artículos de campo, etc. La tienda contaba con un enorme mostrador al centro y pisos de madera, además de una enorme bodega, donde se almacenaba el trigo y el maíz que se compraba a los agricultores de la región. don Nacho ayudaba financiando la siembra del producto y al momento de entregar la cosecha se realizaban las cuentas, era una manera de trabajar, ya que no existían bancos en la región.

LAS TIENDAS DE MOSTRADOR

Para hacer la nota del mandado, como decimos, se recurría a las tiendas de mostrador (barra de madera la cual separaba al cliente del producto a comprar), se llevaba todo lo que se quería comprar escrito en un papel y se lo entregabas al dueño de la tienda y él  te empezaba a surtir la nota, lo que tenía lo ponía en el mostrador e iba anotando en un papel el precio del producto, al final sumaba a mano, aun no existían las calculadoras.

Algunas de estas tiendas fueron: la de don Chuy Delgado (esquina Juárez y Zaragoza); la de don Luis Pérez (esquina Carranza y Zaragoza); la de Julieta (calle J. O. de Domínguez, entre Morelos y Carranza); la de don Amado Tron (esquina J. O. de Domínguez y Morelos); la de don Amador de Hoyos (esquina Guerrero y Carranza); la de don Lucas Calderón (a un costado del banco Santander); con esos nombres se les conocía, y ahí encontrábamos:  abarrotes, frutas, verduras, pan de dulce, refrescos, dulces, trompos, canicas y desde luego los cuetes en épocas de navidad.

MOLINERA MORELOS “EL CARACOL”

Construida a principios del siglo XX por emprendedores franceses, fue administrada en sus inicios por don Louis Alfred Nicolás Chatagnier y posteriormente a mediados de siglo fue adquirida por don Juan Morales. Su funcionamiento era a base de energía hidráulica, alimentándose del agua de la acequia de nava, la cual movía una turbina y ésta a los molinos. El trigo que se procesaba, era cosechado en esta región (Cinco Manantiales). Se elaboraba la harina “El Caracol” y tenían venta al público en sacos de 5 kgs.; 30 kgs. y de 50 kgs. Contaba son un silbato que indicaba las horas de entrada y de salida de los trabajadores; a las 6:00 am. era la primera llamada; a las 7:00 am. era la hora de entrada a laborar; a las 12:00 pm. salida a comer; a las 13:00 pm. entrada después de comer y a las 16:00 pm, hora de salida. La población se fue acostumbrando al silbato de la Molinera (como le llamaban), y lo tomaban como reloj para saber la hora del día.

LOS DESFILES CONMEMORATIVOS

En la actualidad los desfiles (5 de Mayo, 16 de Septiembre y 20 de Noviembre), se realizan desde la Unidad Deportiva “Santiago V. González” por la calle Juárez hasta la plaza principal. Anteriormente estos desfiles partían de la escuela primaria “José María Flores Rosas” y recorrían las principales calles del municipio (las calles Juárez, Morelos, Guerrero, Zaragoza) para terminar en la plaza principal con una gran verbena popular, donde además se realizaban concursos como: el palo encebado, carrera de costales y las tradicionales carreras de cintas (éstas se celebraban frente al Casino Municipal). Había puestos de comida donde vendían: tamales, pozole, menudo, tostadas; además vendedores de raspas, paletas de hielo, naranjas con su chile en polvo, algodones de azúcar, etc; por la noche se realizaba un baile y la pista era alrededor del kiosco donde se encontraban los músicos. Al momento de entrar a bailar con tun pareja, se te acercaban las personas del Comité de Festejos Patrios y te ponían en la camisa un pequeño listón, al cual le llamaban distintivo, este habría que pagarlo al momento para poder seguir bailando (era como un boleto de entrada). En las carreras de cintas, había listones de diferente color y había uno con los colores de la bandera, la persona que obtuviera ese listón, se ganaba el derecho de no pagar el distintivo en el baile. Era muy común que en esas fechas, que la gente se paseara a caballo por las calles del pueblo, desde la  mañana hasta en la tarde.

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