miércoles, 24 de junio de 2020

Piedras Negras

MIS PERSONAJES PREFERIDOS
por Sonia Galán de Saavedra
 
Entré de lleno en la carretera 57 saliendo de Ramos Arizpe rumbo a Monclova, mi destino final Piedras Negras, unos minutos antes me despedía de mi hermana y de mi hija, compañera de viaje que de último momento decidió quedarse por un compromiso. -está un poco nublado, ojalá y no llueva en la carretera- me había dicho Diana, Yadi mi hija me había despedido con todas las bendiciones. Ya libre del tráfico saliendo de Ramos Arizpe tomé la carretera 57 al norte, afortunadamente muy despejada, la música ambiental me relajó, abrí un poco la ventana y percibí el aire fresco, el sol estaba ahí igual que algunas nubes, repentinamente y por un ratito cayeron algunas gotitas de agua, cerré la ventana pensando -bueno fue solo una nubecita, ya pasó ¡ay la lluvia!-. ¿Qué encanto tiene la lluvia que siempre me provoca salir para ver el cielo, abrir puertas y ventanas de mi casa y dejar que se inunde del agradable y adictivo aroma a tierra húmeda que me penetra el alma?, o todo lo contrario, me llena de energía y quiero bailar y cantar, darme de vueltas, levantar la cara al cielo y bajo la lluvia sentir esas gotas de agua fresca bañar mi cara y mi cuerpo, como tantas veces lo he hecho en mi vida.

A mi madre le debo el que no tuviera miedo, desde niñas nos dejaba jugar bajo la lluvia y nos animaba para que con vecinitos saliéramos a cantar la ronda de la cueva ¡qué llueva, que llueva, la virgen de la cueva…!, y la virgen respondía mandando la lluvia, de ahí mi nostalgia y la energía que me provoca la lluvia. A mis amigas de secundaria en el Ateneo Fuente las convencía de caminar de regreso a casa bajo la lluvia, calculo sería un kilómetro de distancia el recorrido, por toda la calle Allende, cuando arreciaba la lluvia nos resguardamos al amparo del techo exterior en el Hotel Huizache, eso porque Susana era muy temerosa de los truenos y relámpagos; las corrientes de agua rebasaban las banquetas, recuerdo que en una ocasión se me fue un zapato que Carmelita ágilmente alcanzó a tomarlo, aún y cuando cayó dentro de la corriente, atacadas de la risa acompañamos a Susana hasta su casa frente al restaurante El Espejo por la Presidente Cárdenas, seguimos por Xicoténcatl hasta la calle Corona, a dos casas vivía Carmelita y yo en la calle de Álvarez poniente; en adelante fueron muchas ocasiones que disfrutábamos mojarnos, la mayoría de las veces fueron muy divertidas y cómicas.
Bajé la velocidad del automóvil al estar ya en el tramo de la Muralla como a 110 kilómetros de Saltillo. ¡qué paisaje tan hermoso! viendo la antigua carretera allá en lo alto, cuantos recuerdos, añoranzas, emociones y sentimientos vivimos en ese trayecto; cientos de veces la habré recorrido desde mis cinco años viajando de Saltillo a Piedras Negras y de Piedras Negras a Saltillo, mirando a lo alto a tu derecha se aprecia la antigua carretera y se distingue por lo alto la sierra ´´La Muralla´´, lo impresionante en mis recuerdos y mis miedos era cuando viajabas de ida a Saltillo, que tocaba el carril derecho, o sea  del lado del precipicio, con sus cerradas curvas, los nervios empezaban con las primeras de las más de cien que se transitaban en un carril bastante estrecho donde solo cabía un auto de ida y el de venida; curvas empinadas a veces, otra cuesta arriba en las que parecía que el motor del camión hacía su mayor esfuerzo, ese lugar se encuentra a 49 kilómetros de Castaños, y diez kilómetros después de este poblado se encuentra Monclova, una de los poblaciones con más habitantes en Coahuila.
Un diciembre nos tocó a la Caravana de los Galán, compuesta por mis padres, hermanos con sus familias, sobrinos, mi esposo y mis hijos, cuando veníamos en varios carros a Piedras Negras, la temperatura estaba a menos diez y seis grados, fue impresionantemente hermoso ver todo el paisaje cristalizado, lamento que entonces no teníamos celulares, pero para darles una idea lo podría comparar con la película Frozen.
Mi padre Eduardo Galán Ramón (1914-1998) pudo haber escrito un libro con todos los detalles de este sitio: los geológicos, fauna silvestre, altitud, clima, su naturaleza, etcétera, pero sobre todo muchísimas experiencias vividas en ese famoso trayecto de La Muralla; también de las condiciones de los autobuses Anáhuac, los pasajeros frecuentes, accidentes viales o entre pasajeros; él conocía a la mayoría de los choferes de los diferentes horarios en la ruta, sabía historias de drama, de risa, de llanto y hasta de milagros y no se diga de los fantasmas.
El sonido de un claxon me sacó de mis recuerdos. Es increíble la inercia, ya había atravesado todo el bulevar Harold R. Pape y me encontraba en el semáforo frente al Carls’ Jr ya por la salida de Monclova, pude observar que el ambiente se había tornado oscuro al notar que todos teníamos las luces encendidas y apenas serían las tres de la tarde, al cambio de color en el semáforo solté el freno y seguí avanzando al ritmo del tráfico que parecía tener prisa, pasé Jardines del Montessori, me tocó alto de nuevo, en los segundos que duró la luz roja pude ver de frente el bulevar dividido por un enorme y largo camellón y dentro un enfilado de altas palmas datileras con sus largas hojas de color verde grisáceo, se podía apreciar que algunas de estas palmas estaban cargadas de su dulce fruto, también había grandes macetones, unos llenos de flores silvestres y de rosales otros que al igual que las palmas se enfrentaban al juego del viento.
Yendo por la carretera a Sabinas tierra de mi madre volvieron los recuerdos, mis padres se casaron el 14 de febrero de 1938; mis abuelos fueron, por parte de mi padre: Juan Galán y Juanita Ramón, y de mi madre: Simón Guajardo y Juanita García Ramírez. Doña Teresita Guajardo de Galán (1921-1997) mi madre, fue una mujer muy sencilla y a la vez muy de clase, ella y mi padre tomaron decisiones muy inteligentes y nada egoístas, todo por la familia. Mi madre sabía debatir las propuestas o proyectos con fundamentos y carácter, su no, era NO, y su sí, era SÍ; a los muchachos les hablaba delante de nosotras sobre el respeto a la mujer y como debían tratarlas. Ellos nos dieron ejemplo de fe, confianza, esperanza, valores éticos, morales y religiosos, no de palabra sino con hechos. Mi padre fue un eterno enamorado de mi madre, un padre que siempre estuvo allí con su esposa y sus hijos, ambos disfrutaron las graduaciones, bodas, bautizos vacaciones, tristezas, alegrías, quinceañeras, pérdida de un hijo y ser bisabuelos.  Por mucho tiempo jamás los vimos discutir, siendo adultos mayores entonces de vez en cuando mi papa decía ¡carambas¡ y se retiraba, eso quería decir que habían discutido o estaban discutiendo los problemas que existían, muchos con doce hijos, las decisiones que tomaron en su tiempo fueron muy drásticas y dolorosas, como decidir de que mamá y el resto de la familia nos mudáramos a Saltillo mientras, él y mi hermano Juan se quedaban en Piedras Negras por el trabajo, todo para que tuviéramos mejor educación y pudiéramos ser profesionistas. Siempre admire esa actitud de su parte. Sus problemas y acuerdos los resolvían en la intimidad, mi madre era muy transparente, si algo no le parecía lo notábamos en seguida, al contrario de mi padre que era muy prudente, y era muy buen conversador; no maldecía ni alzaba la voz, así que ella hacía lo mismo; cada domingo a él le tocaba ir al mercado en Saltillo y llegaba con un ramo de claveles rojos junto a la frutas, verduras y un cabrito si era día de fritada.
Don Lalo, como todo mundo llamaban a mi papá, hizo sus estudios básicos en San Antonio, Tx., por lo cual hablaba perfectamente el idioma inglés; aprendió con mi abuelo don Juan Galán el manejo de maquinaria para perforación de pozos, tanto de petróleo como para extraer agua; trabajó en una compañía petrolera en Houston antes de casarse. En una visita a Piedras Negras conoció a mi mama y ella no quiso irse a Estados Unidos, a su regreso a Piedras Negras iniciaba la gran empresa AHMSA y él fue de los primeros trabajadores que contrataría Altos Hornos de México, donde fue jefe de manejo de grúas eléctricas, fue secretario de sindicato y todos sus 52 años  productivos los trabajó en la famosa Concha, como se le conocía a la empresa.
Mi papá fue un gran apasionado en su vida, todo lo disfrutaba, pertenencia al Club de Caza Tiro y Pesca y era un apasionado de la caza, como deportista formaba parte del equipo de beisbol de los Rojos de AHMSA, fue también un gran cinéfilo, por las noches estando todos recostados afuera sobre colchonetas viendo las estrellas, primero nos explicaba cómo es la aparición nocturna de estrellas, planetas y la luna visibles en un cielo despejado, y luego, nos contaba películas increíbles con todo lujo de detalles y hasta los diálogos casi iguales, la música de grandes cantantes como Nelson Eddy cantante de ópera y actor de películas musicales, por él lleva su nombre mi hermano Nelson, también del tenor Enrico Caruso ya fallecido para cuando nació mi madre, de Engelbert Humperdinck, Frank Sinatra, Agustín Lara etcétera, apasionado de la lectura y un autodidacta fantástico, a mis hijas les ayudo a resolver tareas de física y química, fue un amante de la naturaleza; en casa había libros desde Ernest Hemingway, Víctor Hugo, Oscar Wilde, de historia, de geografía, y mis preferidos, los de Agatha Christie, William Shakespeare, Edgar Allan Poe, hasta revistas como Ferronales, Selecciones, National Geographic, historietas y comics de todos los personajes y superhéroes como Supermán, Batman, Lorenzo y Pepita, Rico Mac Pato, Lagrimas y Risas, etcétera; en mi adolescencia sería adicta a las novelas de Corín Tellado, jajaja, muy ligeras y románticas.
Mis padres vivieron en una casa entre la calle Terán y Xicoténcatl en Piedras Negras, allá por los años 60 o 61 llegamos a una casa en la colonia Francisco I. Madero, conocida popularmente como la Mundo Nuevo, mis hermanos que eran nueve ya que dos ya estaban estudiando en Saltillo, llegaron llorando, pues de vivir en una casa donde sus escuelas estaban a escasas cuadres de distancia, pasan a vivir ahora sí que muy alejados del centro de la ciudad, o por dejar a sus amigos, que eran muchos a la redonda de ese barrio y sus pandillas de aventuras, y para el colmo, sin agua, luz, ni gas, me río pero al mismo tiempo comprendo a mis hermanos ya que, lo que para los más chicos era un bello lugar donde jugábamos libremente, para ellos les cambio la vida por todo lo que implicaba vivir allí, lo positivo de esto es que estábamos en el campo y prácticamente cerca del Río Bravo, a donde se escapaban para nadar y cazar codornices, conejos y pescar por diversión.
En casa tenían un cuadro de terreno limpio donde jugaban beisbol, al igual que un ring armado por ellos mismos y papá con cuerdas gruesas y lonas para boxear; los vecinos vivían retirados de mi casa por lo que teníamos que caminar entre brechas de mezquites, arbustos, huizaches espinosos, sin embargo alrededor de mi casa estaba todo muy despejado y limpio, había rosales y flores de varios colores que mamá llamaba Californias, árboles frutales, higueras, hierbas de olor, etcétera, igual criaban animalitos de granja y hasta un borrego que era como la mascota de la casa, aunque también estaba El Toti, un perro guardián de color negro que asustaba pero era de lo más noble; teníamos una gran estufa de fierro de nueve comales, ahí se cocinaba y además calentaba la casa; también había una noria, con todo y fantasmas. Fueron dos años por suerte para mis hermanos y luego nos mudamos a Saltillo.
Unos relámpagos me indicaban que el clima estaba cambiando rápidamente, así que decidí hacer mi última parada en la remota gasolinera saliendo de Sabinas, iría al baño y compraría un café; de regreso haciendo alto con el semáforo en rojo, pude observar los densos nubarrones algunas veces iluminados por fugaces rayos, decidí abrir las ventanas del auto, bruscamente sentí la ráfaga del viento cargado de olor a “petricor” ese rico aroma que produce la lluvia que cae en tierra seca y que tantos recuerdos me provoca; aspiré profundo llenando mis pulmones de aire limpio y aromático, cerré las ventanas traseras porque la lluvia ya estaba cerca, en eso estaba cuando di un brinco, reaccionando al estruendo de un gran rayo que iluminó por completo el auto, que parecía que el sol estaba dentro, la lluvia tan esperada, tan bendecida, llegó alcanzando a mojar mi cara y parte de mi cuerpo, apresurada cerré las ventanas, de nuevo otro brinco, esta vez rayos y sonidos de claxon de automovilistas impacientes por avanzar, giré a la derecha y tomé el carril izquierdo, por fin ya cerca de Piedras Negras.
Recuerdo a Chuy que cada cierto tiempo pasaba a repartir agua y llegaba a casa mientras detrás corrían varios niños gritándole ¡Chuy, Chuy! A lo que contestaba ¡ya voy, ya voy!, es que Chuy al finalizar su trabajo dejaba agua suficiente para con su larga manguera maniobrar de tal forma que se proyectaba un gran abanico de agua de colores, todos los niños gozábamos de bañarnos, aunque solo fuera por un momentito en ese refrescante juego. En 1964 el Presidente de la Republica Lic. Adolfo López Mateos visitó Piedras Negras con motivo de la inauguración de la primera planta potabilizadora, también estrenaban la recién pavimentada calle Galeana, días después en una Chevrolet Apache, papá nos dio una vuelta a lo largo de esa calle hasta llegar la potabilizadora ¡qué recuerdos¡.
Ya por llegar a casa, ¡oh, paró de llover!, en el alto, a distancia de una cuadra frente a Catedral M.D.C.R., pude ver con alegría que el sol bañaba con su tenue luz todo el cielo detrás de mi casa, mostrando a la diosa mensajera entre el cielo y la Tierra llamada Iris según los griegos.  ¡Me gusta más pensar en la promesa de Dios “Esta es la señal de la alianza que yo he establecido con todo hombre y animal aquí en la tierra”, dijo a Noé!
Este hermoso fenómeno del arcoíris me hipnotiza con sus intensos colores amarillo, azul añil, naranja, lila, violeta, verde, sencillamente bello. Pude con gusto bajar las ventanas agradecí a Dios haber llegado con bien, así como por la lluvia, plantas, árboles y toda naturaleza a mi alrededor que me regalaba esa increíble vista; veo mi casa y frente a ella me emociona ver estacionada la camioneta de mi marido y a mis hijos esperándome; me sentía un poco resfriada, pero agradecida, me habían acompañado en el viaje mis dos personajes favoritos: Don Lalo y Doña Tere, mis honorables y adorables padres, mientras después de una buena ducha disfrutaba de un rico té de menta endulzado con miel de abeja real, recordaba algo que mi padre decía “Nada como la lluvia para calmar la sed de la naturaleza”.

3 comentarios:

  1. Que hermoso relato cuñada, me transporte a los recuerdos de los paisajes y recordé a tus padres con cariño.bellos recuerdos felicidades.

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  2. Que bellos recuerdos y que hermoso te expresas de tus padres,me hubiera gustado conocerlos.

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