EL INOLVIDABLE BARRIO DE MI NIÑEZ
por Profra. María Alicia Galván Muñoz
“Soy de las que piensan que las personas y los recuerdos
no mueren realmente hasta que dejas de habar de ellos”
Mi hermano y yo nacimos en 1939, en una antigua casa ubicada en la esquina, entre la calle Juárez y Xicoténcatl en el centro de la ciudad; esa casa pertenecía a la familia Arredondo.
Mi padre tenía una pequeña tienda de abarrotes que con el tiempo y con el apoyo y ayuda de mamá, más tarde se convirtió en una próspera y conocida miscelánea llamada “La Liberal”. Mi papá se llamaba José Galván Gorostiza y mi mamá Manuela Muñoz Peñalvert.
Recuerdo mi niñez como una de las etapas más hermosas de mi vida; era un barrio tranquilo y acogedor, era nuestra casa.
Teníamos muy buenos vecinos, de clase media y también de buena posición económica; cada uno, en su lugar, todos conviviendo en un ambiente de respeto y de buena educación; por la calle Juárez, rumbo a la “Plaza de los Héroes”, en hermosas casas vivían las familias Vela-Del Campo, enfrente los Diego-Riza y en la esquina la señorial casa de la familia Valdez- Hernández; cruzando la calle estaba la casa de las señoritas Odila y Armandina Velazco y Cota, grandes pianistas, a quiénes nosotros llamábamos “las señoritas de la banqueta alta”, enfrente estaba la casa del profr. Gabriel Rentería, la casa del lic. José Víctor Villarreal y frente a ellas, la casa de la familia Purón.
Vuelta en mi casa, en la misma cuadra mis vecinos eran, la familia de Severo Treviño, la escuelita “Guadalupe Victoria” con su titular, la legendaria maestra Anita Pope, y ya para llegar a la esquina las familias de Fortunato Hernández y Julia Durán, Arnulfo Pérez Treviño y Mercedes Castillón, y en la esquina Bernardo Romero Alemán y Dolores Pérez Treviño; enfrente José Eduardo Schober Fregoso, quién era meteorólogo y a quién yo admiraba mucho, sin previa invitación llegaba a su casa para admirar su oficina llena de aparatos desconocidos, enormes libros, discos y un fonógrafo; me tenía mucha paciencia y contestaba a todas mis preguntas:
- ¿Quieres oír cantar a una muerta? Preguntaba.
- ¡Sí!, le contestaba yo entre intrigada y asustada, y me ponía un disco de Blanca Estela Pavón recientemente fallecida.
Por las noches, nuestros padres se sentaban en sus respectivas banquetas en rústicas mecedoras, desde ahí, mientras platicaban las novedades del día vigilaban nuestros juegos: las cuatro esquinas, los encantados, la roña, las escondidas y más; además la práctica del yo-yo, el balero y otros; a las niñas, nos gustaba el bebeleche, los yaquis, la escuelita; nos juntábamos a platicar cuentos de fantasmas, películas y lo que queríamos ser cuando fuéramos grandes; tantos y tantos juegos con los que nos divertíamos enormemente y sin necesidad de gastos extremos. Generalmente después de jugar, algunos nos íbamos a comer las riquísimas flautas de don Toño y doña Cande.
Tal vez nuestro mayor orgullo, era contar en nuestro barrio con el antiquísimo edificio de la escuela “Modelo”, inaugurada en el año 1898, cuna de estudios de grandes hombres quienes más tarde llegaron a formar parte de nuestra historia.
Las campanas de la iglesia de Guadalupe sonaban a las seis y media de la mañana llamando a primera misa, a esa hora, papá ya tenía la banqueta, que era de ladrillos, y la calle por los dos lados barridas y regadas, listo para recibir a sus proveedores de pan, leche, frutas y verduras y también a los primeros clientes del día. En aquellos tiempos, no había pavimento ni drenaje, así que era costumbre que lo primero que se hacía en las mañanas era barrer y regar el frente de las casas para evitar el exceso de polvo.
Nuestra vida cotidiana, tenía música, la de los pregones, el vendedor de café de hueso, de tamales, de dulces cristalizados como calabaza, camote, biznaga, o de leche, elaborados con leche bronca, coco y nuez aromatizados con vainilla, una delicia que jamás volví a comer otros igual.
En cuanto a los personajes pintorescos que deambulaban por el barrio, recuerdo a dos individuos que todos conocíamos, uno de ellos le llamaban Lolo, era un pobre enfermo inofensivo, su particularidad era que se enfurecía hasta la locura cuando los niños le gritaban ¡Lolo no gana, ¡gano yo!, a mí me tocó ver uno de esos episodios y créanme no fue nada agradable.
Otro fue Severo, era muy tranquilo, pero siempre muy sucio y descuidado, su particularidad era que se colgaba todo lo que se encontraba, andaba siempre como arbolito de navidad, solo que no eran esferas, a veces hasta ollas y artículos de cocina, de ahí surgió la expresión en ese tiempo, cuando alguna persona se colgaba demasiados collares y pulseras, “se colgó hasta el molcajete, como Severo”.
La iglesia Santa María de Guadalupe era nuestro refugio para los católicos del barrio, su líder era el Padre José Jáuregui, muy querido y respetado, gran orador y de fuerte carácter, después nombrado Monseñor, a él le debemos la construcción de la torres de la iglesia y los bellos adornos del altar de aquella época. Instituyó “El domingo del peso” y el primer domingo de cada mes acudíamos a misa con nuestro peso, que era nuestra aportación para construir las torres.
Cuando llegamos a la adolescencia, cambiamos algunos hábitos, empezamos a ir a pasear a la plaza, los jueves y domingos, los jóvenes en un sentido y las mujeres en sentido contrario, cuándo recibimos alguna gardenia de alguno de ellos era señal de que había algún interés de amistad o ¿quién sabe?, a lo mejor algo más.
Me enorgullece también haber conocido y hasta asistido al “Teatro Acuña”, ya como cine, hermoso edificio inaugurado en 1909, testigo de la vida política, cultural y artística de nuestro querido Piedras Negras; desgraciadamente desaparecido en 1970.
Íbamos a los bailes en riguroso vestido largo y los jóvenes de traje formal, nosotras bien amonestadas por nuestros hermanos, “no aceptes salir a bailar si el que te lo pide no viste de traje”, nosotros obedecíamos. Ya de regreso nos veníamos todo el grupo caminando por el medio de la calle, llegábamos al restraurante “Olivo” y al son de la plática de cómo nos había ido, cenábamos, algunas menudo y otras ricos taquitos colorados.
¡Qué hermosos tiempos!, nuestros lugares de reunión para la muchachada además de la plaza y su kiosco, estaban “Las Trancas”, el restaurant “El Zócalo”, “El Golfito” y otros restaurantes y taquerías como “Las Cabañitas”, el “Chop Suey”, “La Fortuna”, entre muchas más, y para bailar estaba el “Victoria” y “El Campestre”
Después de la inundación del 54, las cosas cambiaron de rumbo, mi papá quedó completamente arruinado como tantas y tantas personas en nuestra ciudad, así que volver a empezar desde cero fue triste, pero un reto, como lo es todo en la vida.
Pocos años después nos cambiamos de dirección y papá cambió también el nombre de nuestra tienda. Dejé atrás mi barrio y mi encantadora e inolvidable niñez; dejé atrás mis recuerdos y sueños de niña y adolescente para enfrentarme a la vida de adulto con sus desafíos, ilusiones y trabajos.
Dejé atrás mi vida de fantasías para enfrentarme a la realidad.
OTROS PERSONAJES
PRESIDENTES MUNICIPALES originarios de nuestro barrio y período de gestión:
Arnulfo Pérez Treviño (1931/1932)
Bernardo Romero Alemán (1933)
César Augusto Valdés Hernández (1942/1945)
Profr. Gabriel Rentería Velazco (1948/1951)
Lic. José Víctor Villarreal (1954/1957)
Lic. Ernesto Vela del Campo (1993/1996)
Lic. Fernando Purón Johnston (2014/2017)
Profr. Otto Schober Gutiérrez: historiador, hijo del Sr. José Eduardo Schober Fregoso.
Pablo Valdés Hernández: compositor y poeta de talla internacional, hijo del Lic. Pablo Valdés Espinoza.
Dr. Salvador Galván Muñoz: médico ginecólogo y obstetra desde 1964, hijo de José Galván Gorostiza.
Profesora Alicia Galvan... Me emociona leer su relato, y más aun, el darme cuenta de que a unos cuantos pasos de ésta mi casa, sucedieron tantos acontecimientos y personajes wue aún guardas en tu memoria como un tesoro. Siempre es grato recordar a las personas que de alguna manera tuvimos cerca, como los vecinos, y que junto a nosotros fueron creciendo yvse convirtieron en hombres y mujeres de bien....Era toda una gran familia del Centro de la Ciudad...!!
ResponderEliminarLeerlo me hace imaginar cómo fue Piedras en una época cuando todos sabían quienes eran los vecinos, se saludaban y convivían.
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