EL RIEL DE ORO
por Lic. Sandra Leticia Gómez Galván
Las ciudades tienen su historia, la que nace con cada gente, la que se guarda en la mente y en los corazones, la que se da en las calles de la ciudad, en sus esquinas, como aquella de las calles de Aldama y Xicoténcatl en la ciudad de Piedras Negras Coahuila, propiedad del sr. Doroteo Galván Gorostiza hijo de Eleuterio Galván y Teresa Gorostiza Villarreal.
Doroteo Galván Gorostiza se casó con Rosalía Treviño Morales y procrearon once hijos de los cuales vivieron nueve: Hortensia, Eleuterio, Doroteo, Odila, Rosa Elia, Oralia, Héctor, Ernesto y María Teresa.
Corría el año de 1927 y Doroteo trabajaba en la Casa Redonda de Ferrocarriles Nacionales, de oficio pintor se encargaba de decorar los “Pullman“ con ramos de flores forrados con papel oro.
En ese año estalló la huelga en Ferrocarriles de México y don Doroteo, hombre previsor y mesurado, decidió abrir una tienda de abarrotes que llevaría por nombre “El Riel de Oro” en honor a su hermoso trabajo, ese mismo año de 1927 contacta a los que serían algunos de sus proveedores: Casa Hall, Casa Chapa y Casa Treviño de Monterrey Nuevo León, la Casa Treviño era la que le abastecía de todo tipo de artículos de vaqueta, como guarniciones, monturas, collarines, frenos, alforjas, chaparreras, caramayolas, etcétera.
En enormes cajones de madera gruesa en forma cuadrada que median aproximadamente dos metros por dos metros almacenaba productos a granel que vendía en cantidades mínimas, productos como salvado, salvadillo, harina, harinolina y maíz, estos insumos los compraba en una harinera llamada “Harinera del Norte” que se encontraba ubicada por la calle Fuente.
“El Riel de Oro” también se surtía de una negociación llamada Trueba y Elosúa, cuyos dueños fueron los españoles Ricardo Trueba y don Marcelino Elosúa, esta tienda era la más importante de la región norte del estado, distribuían toda clase de mercancías de abarrotes provenientes de Monterrey Nuevo León y estaba ubicada en las calles Zaragoza esquina con Guerrero. También surtía su tienda de los almacenes Trueba y Pardo que luego fue Almacenes del Norte, posteriormente Almacenes Montemayor que se ubicaba en las calles de Zaragoza y Fuente, ahí, en esa enorme tienda se vendía de todo: había zapatería, mercería, telas que se vendían en rollo, ferretería, frutería, bonetería, alpargatas azules, ropa, sombrerería, dulcería, los dulces se vendían en grandes botes de lámina, los famosos dulces de coquito aceitosos, los barrilitos, las colaciones, las muelas y muchos más.
Don Doroteo viajaba a la ciudad de Morelos con un señor que apodaban “El Francés” y a Zaragoza Coahuila con don Jesús Chío a comprar marranos, pues en la tienda de “El Riel de Oro” se mataban de seis a ocho marranas por semana, se vendía la carne y todos sus derivados: chorizo, chicharrones, morcilla, cuero, manteca, tocino y carnitas, las que salía a vender su hijo Eleuterio Galván Treviño en un express, un carretón estirado por dos mulas.
Es importante mencionar que se surtían 30 notas de mandado cada sábado, pues además de la gente de Piedras Negras, las familias de las comunidades rurales de La Navaja, San Isidro, El Centinela y el Moral venían a surtir la nota del mes y llevaban grandes cantidades de mercancía en bultos y rejas de madera que llenaban sus guayines, porque solo venían una vez al mes.
Me llama la atención y me llena de asombro lo valioso de la palabra de un hombre, de los valores tan firmes de la gente de antaño pues don Doroteo Galván Gorostiza fiaba su mercancía a los vecinos de comunidades rurales a la palabra y/o a la cosecha, y la palabra empeñada era salvada en el cumplimiento del pago oportuno. Por otra parte, quiero mencionar que utilizaban los alcatraces de papel estraza o de periódico para despachar cantidades mínimas de arroz, chile, lentejas, tomate o dulces, esos alcatraces se hacían anticipadamente en los tiempos libres; lo que no he contado es que don Doroteo Galván Gorostiza es mi abuelo materno y hace poco, en una reunión familiar un Domingo por la tarde en el portal de la casa de mi adorado “tío Tello“ platicando con mi tía Chela, mi mamá Oralia, mi tío Ernesto, mi tío Lute y mi tía Sixta, recopile estos datos y me contaban que mi abuelo tenía en la tienda un radio marca Sparton y que ahí en la esquina, se reunían los vecinos en el año de 1942 para escuchar las noticias de la guerra.
Quiero mencionar que en la esquina de “El Riel de Oro” también se servía cerveza Carta Blanca y Negra Modelo, la copa de mezcal se servía en 20 centavos, cuando la tienda de abarrotes se cerraba se abría el lugar para ingerir bebidas embriagantes, es decir, la tienda tenía dos giros; también se vendía petróleo que compraba en el negocio de don Claudio Bres. Además de todo lo que se vendía y se hacía en “El Riel de Oro”, también se reparaban guayines que traía de un viejo campo militar en Pensilvania, Estados Unidos, esos guayines ya reparados y con apariencia de nuevos los llevaba a vender a Miguel Auza, Zacatecas y a Guadalupe Victoria, Durango. Me sorprende analizar ahora como mi abuelo tenía, ya desde entonces, una cultura de respeto y aceptación hacia las personas con discapacidad pues siempre incluyó en su equipo de trabajo a hombres con discapacidad mental.
Pasó el tiempo, pasaron los años, la fuerza de un hombre va mermando y el auge de una tienda tan próspera se vino abajo en el año de 1954, año en que ocurrió una inundación muy grande y poco a poco los hijos fueron emprendiendo el vuelo hacia otros horizontes y se fueron casando.
Mi abuelo siguió ahí, en la esquina de Aldama y Xicoténcatl en su tienda “El Riel de Oro”, en una tienda semivacía, al pendiente de sus nietos pero en el negocio, siguió de comerciante porque por muchos años continuó vendiendo muebles antiguos que compraba en la ciudad de San Antonio, Texas y que él mismo reparaba, encantado de la vida porque su primer oficio había sido ese: ¡pintor!
La construcción de la tienda sigue ahí, huele a antigüedad, remueve sentimientos, evoca recuerdos y alimenta el espíritu de añoranza queriendo revivir el pasado, amando el recuerdo de mis abuelos, de mis tíos y de los primos, también de los viejos vecinos. La esquina te hace revivir el pasado viviendo la felicidad de haber compartido tiempos hermosos, nace en mi alma el deseo enorme de que esa esquina no se caiga nunca, quiero que siga ahí, formando parte de la historia de mi familia, formando parte de la historia de mi terruño amado…. mi Piedras Negras, Coahuila, México.
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