LA NIÑA QUE LLEGA A SER MAESTRA
(Versión verídica)
por Profra. Manuelita Mejía Arredono
El Allende de los sesentas era un pequeño poblado muy pintoresco por la gente que lo embellecía todas las mañanas al barrer sus calles, regar jardines con hermosas y coloridas flores que abrían sus pétalos día a día como queriendo contemplar el paso de los niños que bajo los primeros rayos del sol se dirigían a la escuela contentos y llenos de energía.
Aquellas mujeres que también confundían sus pasos entre ellos; cargaban en sus cubetas nixtamal para dirigirse al molino escuchando atentas esa algarabía de niños.
Pero detrás de ese inquieto y apresurado tumulto caminaba una linda niña que mostraba la humildad en su vestimenta. ¡Pero cómo no iba a ser humilde su vestido! si esta sencilla niña descendía de unos padres campesinos que no deseando la misma vida para su hija la mandaban a estudiar con la esperanza de que en un futuro ella tuviera éxito en la vida y un próspero destino.
Y así, muy lentamente, caminaba la niña por las calles... confundiendo sus pensamientos con las murmuraciones de la gente que al verla pasar se preguntaban por qué esa niña tan humilde había llegado al mundo solo a sufrir.
Mas… la silenciosa niña sin percatarse de nada muy absorta en sus pensamientos! caminaba diariamente hasta llegar a la escuela que parecía que sonriente la esperaba con sus puertas entreabiertas como invitándola a pasar.
¡Pero... vaya ironía de la vida! porque al llegar a ella, la niña se encontraba constantemente con otro recibimiento cruel de sus compañeros de grupo, que haciendo balla, le gritaban ofensas y se burlaban de ella por ser una pobre niña campesina. ¡Sin embargo, la humilde niña no respondía a sus agresiones! solo entraba muy lentamente colocando sus libros en su única amiga y compañera: la banca del salón.
¡Pero vaya consuelo de la niña humilde! porque en medio de tanto rechazo había una persona que la quería y admiraba mucho; Era la maestra del salón que al ver la situación en que se encontraba la niña, reprendía a los alumnos poniéndoles de ejemplo a esa niña hermosa dotada de inteligencia, paciencia y muchos deseos de aprender.
Cuando la maestra la defendía, la niña se ponía ¡muy contenta! y se lo agradecía con una linda sonrisa que a la misma maestra ensalzaba. ¡Pero como no iba a agradecer esa humilde niña a su maestra, si despertaba en ella una admiración tan grande! llevándola a la ilusión de ser maestra de los niños del salón.
¡Qué bello pensamiento tenía la niña! porque aquélla grande ilusión no le permitía guardar rencores hacia los compañeros que la molestaban. Al contrario; ella quería ser la maestra del salón. La humilde maestra niña de los niños del salón.
Cuando llegaba la hora del recreo y los niños salían apresurados a jugar… ella no se levantaba de su banca; se quedaba pensativa imaginándose, dando clases en su limpia y florida escuelita. Pero...en algunas ocasiones de su banca se levantaba presurosa tomando los gises del escritorio y guardándolos en sus libros, temerosa de que algún niño intencionalmente la estuviera observando.
Al escucharse el fuerte y sonoro sonido de la campana que anunciaba la hora de salida, todos los niños corrían a sus casas y detrás de ellos caminaba la humilde niña llevando entre sus libros su más preciado tesoro!; los gises del salón que la acompañaban silenciosos a su humilde casa de adobe que tenía una solitaria lámina recargada a la pared pareciendo esperar pacientemente que los gises que cargaba la niña brincaran a ella a moldear esa letra preciosa acompañada de enunciados transformados en textos llenos de la imaginación de la humilde maestra niña! Pero… ¿Y los niños? ¿Y las bancas? ¡Nada! No existía nada más. Solo una vieja lámina que se dejaba embellecer por la hermosa letra que moldeaban los gises de una niña de salón.
Así paso el tiempo y la niña siguió asistiendo a la escuela con sus únicos amigos lo libros. Pero...un exitoso y afortunado día esa niña se convirtió en una linda jovencita que esforzada logró su sueño anhelado y así con mucha emoción recibió su título de maestra y con gran vocación impartió clases a los niños aconsejándolos e invitándolos a ser responsables y estudiosos para lograr siempre su sueño anhelado.
Y durante muchos años el sueño de esta maestra se convirtió en realidad porque los niños de su escuela pasaron a ser jóvenes exitosos con títulos de abogados, licenciados, psicólogos, arquitectos, doctores, administradores de empresas y sencillos maestros que siguiendo el ejemplo de la humilde maestra niña han transformado y seguirán transformando la vida de la gente de Allende Coahuila. Ese bello pueblito que en la época de los sesentas fue cuna de:
"la humilde maestra niña".
Fin.
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