lunes, 29 de junio de 2020

Piedras Negras

EN LA INUNDACIÓN, LAS GORDITAS MIGADAS

por Cuqui Vázquez Rubio

 

Después de la inundación del 28 de Junio de 1954 en Piedras Negras, la mayoría de las familias había perdido a alguien, nosotros estábamos completos. Al anochecer, se encendían  lámparas de gas en los patios y se rezaban rosarios por las ánimas de los ahogados.

La calle se llenaba de sombras largas y yo no estaba segura si eran de vivos o muertos que aún no terminaban de irse,  vagando por el barrio.

Mi abuela dijo que era cosa de mi imaginación. Yo creía que eran almas errantes por no haber recibido la extremaunción y que habían muerto tan rápido que no se habían dado cuenta que ya no pertenecían a este mundo.

Aprendí a rezar la Magnifica, orábamos todas las noches para ayudar a las almas extraviadas a llegar a su destino.; también por los que quedamos vivos para no perder la esperanza.

Con la presencia del ejército, se implantó el toque de queda para evitar los robos en las casas que quedaron solas; a cierta hora ya no había nadie en la calle, ni vivos, ni muertos.

Tan pronto como oscurecía, me pegaba a las faldas de mamá. Dormíamos a la intemperie en camas improvisadas bajo los nogales, a la luz de la luna y las estrellas. Las aves nocturnas que habían tenido sus nidos en los barrancos cercanos al río, perdieron sus casas igual que nosotros y pasaban la noche en árboles cercanos, escuchábamos el canto de los búhos y las lechuzas, producían un sonido como de carcajada que hacía que la piel se me erizara y me abrazara a mamá. Antes de cerrar los ojos, le pedía a Dios que el río no se desbordara nuevamente, el croar de las ranas a lo lejos me sonaba a recordatorio.

Mi madre, hizo arreglos con vecinos para que le ayudaran a sacar el lodo de la casa a cambio de darles de comer. La mayoría de las mujeres que tenían esposo, se habían quedado en lugares seguros hasta que sus casas estuvieran habitables; mamá no se podía dar ese lujo.

Durante mucho tiempo, todos nos veíamos iguales, pobres y ricos, viejos y jóvenes, cubiertos por el lodo parecíamos hechos todos de lo mismo.

A diario mi madre se afanaba cocinando en un horno improvisado con ladrillos y una lámina.

Temprano, salía a buscar comida, regresaba cargada con las bolsas de lo poco que se podía comprar y se ponía a hacer milagros, como ella misma decía.

Cada día era más difícil conseguir alimentos, los caminos y carreteras estaban intransitables y la comida tardaba en llegar, todo estaba encarecido, el poco dinero no era suficiente.

En una ocasión, pasaron dos días sin que se pudiera conseguir nada; al tercer día por fin uno de los vecinos, un jovencito muy inquieto, llegó diciendo que había encontrado un poco de harina de maíz, algunos tomates rojos, cebollas y chiles que entregó a mamá, en eso estaba cuando llegó un policía acalorado, secándose el sudor de la frente con un pañuelo sucio, resoplando dijo que buscaba al joven que había robado en el mercado.

Mamá, sin pensarlo dos veces, sacó el dinero que le quedaba, le dijo al uniformado que todo había sido una confusión, que lo disculpara, por la prisa había olvidado pagar, pero que ahí estaba el dinero.

El hombre le arrebato el billete se dio la vuelta y se fue sin indagar nada más. Mi madre respiro aliviada, sin reproches puso manos a la obra rogando que como en el milagro de los panes, los ingredientes se multiplicaran y pudiera rendir lo suficiente para saciar el hambre de todos. En un momento de inspiración cocinó por primera vez lo que con los años, sería nuestra mejor receta de familia, las “Gorditas Migadas.”

Alcanzó para todos, entre risas y bromas tuvimos una cena inolvidable, después nos pusimos a cantar a la luz de la luna: “soy un pobre venadito que habita en la serranía…”

Mamá, un poco alejada del grupo, acomodó dos ladrillos en el piso y se sentó a comer la única gordita que quedaba, con una expresión de absoluta dignidad en su rostro.
 
El tiempo como gran aliado de todos, poco a poco fue borrando la tragedia que se llevó casi todo, solo quedaron en nuestro corazón y para siempre, el recuerdo de nuestros difuntos de antes y después de la creciente.


Receta de las “Gorditas Migadas”

Ingredientes:
   - Harina de maíz
   - Tomates rojos
   - Chile serrano
   - Cebolla
   - Sal
   - Manteca

Procedimiento:
   - Se bate la harina con las manos agregando  agua y sal hasta lograr una masa.
   - Se elabora un pico de gallo con el tomate, el chile y la cebolla.
   - Se hacen las gorditas con la masa de maíz y se cuecen en el comal.
   - Ya cocidas las gorditas se “pellizcan” y se les coloca encima  el pico de gallo agregando un poco de sal y finalmente se vierte encima un poco de la manteca hirviendo, se sirven calientitas.

1 comentario:

  1. Cuqui...me has transportado de la mano, hasta el interior de tu casa y he podido ver con los ojos de mi imaginación, aquella época que ahora nos compartes...Mi admiracion a tu madre con su estoica fortaleza y valentía, alimentada solamente por el gran amor que sentía por ustedes...sus hijos.

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