martes, 16 de junio de 2020

Piedras Negras


PIEDRAS NEGRAS EN 1979
(primera parte)
por Carlos Flores Revuelta

1979 representa un año muy especial en mi vida, en enero de ese año vine por primera vez a Piedras Negras y para el mes agosto ya radicaba en esta ciudad, las razones de mi llegada fueron de carácter laboral en ambas ocasiones, la primera para la realización de un trabajo de investigación y atención a unas cuentas de la empresa en donde trabajaba en la ciudad de Saltillo, en la de agosto la segunda y definitiva ocasión, fue para radicar al  incorporarme a Micare, una empresa que como parte del proyecto carboeléctrico, contribuyó enormemente para las causas que sin lugar a dudas que detonaron el desarrollo de esta región norte del estado y en particular el de Piedras Negras.
En estas líneas quiero compartirles la imagen del Piedras Negras de aquellos años, imagen que para mí iniciaba en la carretera 57 antes de llegar a esta ciudad, al contemplar el lugar en donde se desarrollaba la gran obra de la planta termoeléctrica uno, junto al la construcción podías ver desde la carretera, un impresionante campamento que albergaba a miles de trabajadores que participaban en ese majestuoso proyecto, por cierto la mayoría provenientes de la región lagunera.
Continuando por la carretera pasabas el entronque a Nuevo Laredo hasta llegar a la hermosa y pintoresca Villa de Fuente, alejada aún de la mancha urbana de Piedras Negras, para después de cruzar este sector pasar el puente del Río Escondido y  continuando en la carretera pasabas a un costado de la clínica del IMSS, un poco más adelante, las obras de construcción del que sería el Hotel Casablanca, al continuar llegabas a la Curva de las Gringas, la que existe frente a donde hoy está localizada la Soriana y que fue llamada así por un fatal accidente que en ese lugar sufrieron unas muchachas americanas, un tramo adelante de la mencionada curva, en donde hoy está la Mueblería Sánchez Garza y la Tortillería La Potosina, se localizaba el letrero de Bienvenida a Piedras Negras.
Esa era la puerta de entrada a una efervescente ciudad que iniciaba un proceso muy significativo en su desarrollo; reciente a esas fechas iniciaba su operación el Tecnológico e Piedras Negras con el Ing. Manuel Flores Revuelta como director y la Universidad Autónoma del Noreste, la UANE, que en ese tiempo funcionó en el Instituto de las Américas, junto al templo de San José en la Mundo Nuevo (Francisco I. Madero), con el Rvdo. Fernando Martínez Ortiz como vice-rector; estas instituciones de educación superior se sumaron a la ya existente Universidad de Piedras Negras, coloquialmente conocida como la Universidad de Fausto, dirigida por el maestro Xavier Martínez Aguirre, hijo del inolvidable benefactor de Piedras Negras el Profesor Fausto Z. Martínez.
En esas fechas y por corto tiempo operó en la ciudad la Librería de Cristal que ofrecía un amplio catálogo de publicaciones; para los aficionados a la lectura estaba también la Librería y Papelería El Camino, al igual que la Excélsior, la Librería Cabral que distribuía una gran variedad de revistas y periódicos, o El Aviador frente a la terminal de Autobuses; por ese tiempo inició vendiendo periódicos y revistas bajo la escalera del Edificio Treviño la que después se convertiría en la Librería Don Pedro.
Como no recordar algunos de los restaurantes que existían por entonces, empezando por El Moderno, sitio emblemático en donde disfrutabas de una rica cocina y de un ambiente inigualable con música de piano; estaba también el Don Cruz, así como el flamante restaurante del Hotel La Quinta, así como los de los hoteles 57 y California; se podía disfrutar de unos ricos tacos en el Restaurante El Olivo, por la avenida Carranza entre Alejo González y Román Cepeda, dos cuadras adelante rumbo al poniente ya en Lázaro Cárdenas unos nachos originales atendidos por su creador en el Nacho’s; regresando al centro de la ciudad, disfrutábamos de la rica lengua lampreada en El Gitanos, las codornices en el Abráham´s ubicadas ambos lugares en el Mercado Zaragoza; para disfrutar de pescados y mariscos estaba en El Globo, en la Mundo Nuevo, y para hamburguesas, servidas con un mundo de papas, el restaurante El Zócalo ubicado en el quiosco, al centro de la Plaza Principal, la de los Fundadores, o en el Bonanza, en Padre de las Casas y Allende.
La avenida Carranza era el eje en la vida de la ciudad, apenas iniciaba a ponerse el sol, esta avenida se llenaba de vida y tráfico, una innumerable fila de autos empezaban a dar la vuelta por la Carranza, de la calle Anáhuac hasta Alejo González era la interminable hilera de carros que a baja velocidad realizaban el trayecto platicando, oyendo música y saludando a los que lo hacían a pie.
Los fines de semana, como si fuera una manda, se realizaba la visita obligada a Eagle Pass, para caminar por la Main Street y tomar algún refresco a helado en la Botica Rexal “El Águila”, no sin antes haber visitado el Kress, Three Sister, Penny’s, Style Shop, Riskinds, Newberry o Bealls, entre otras muchas; al igual que para surtir el mandado en HEB, o quienes ya conocían bien la forma, en la tienda de Los Venados, la visita terminaba muchas veces en UETA, la clásica tienda libre de impuestos.
(continuará) 

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