EL JIMÉNEZ DEL AYER
por Rosalía Crispín Terrazas
Por pláticas con mi gente, con la señora Nieves Dávalos de más de 60 años de edad, originaria de Jiménez, Coahuila, me dice que en esa época la vida era más bonita, toda la gente se saludaban muy amables y se llevaban muy bien, que no andaban en chismes ni en pleitos, la gente se dedicaban a sembrar mucho ya que todo se daba pues había mucha agua en el río y en los canales.
Se sembraba mucho trigo, maíz, frijol, camote, chile, tomate, cebolla, sandía, melón, caña, cacahuate, papa y pepino, todo para alimento de la familia y otra parte se vendía; cuando recogían el trigo, lo trillaban y lo vendían a la gente, antes se hacían mucha tortilla de harina, recuerdan que los costales de harina se llamaban “Cambial”, ya no es la misma harina de esa época, había vendedores que hacían galletas de animalitos y otras ovaladitas pero del mismo sabor y salían a vender a los ranchos en expreses y que con 20 centavos compraban y les daban una bolsa bien grande; también la gente tenía muchas vacas y chivas.
Había una tienda de don Rafael Castillo, otra de don Agapito Balderas y de don Pedro Villarreal, me gustaba mucho comprar colaciones y la gente hacía sus melcochas bien ricas para vender.
Recuerdan con mucha alegría los bailes que se hacían en los corredores del kiosco en la plaza, también en la cancha; hacían kermeses, que el señor que le decían Vigorra y otro señor de nombre Ricardo Lomas tocaban muy bien el tololoche, el acordeón y también la guitarra, y con eso bailaban, también las muchachas se ponían de acuerdo todas muy contentas y hacían bailes en los patios de las casas, el que más usaban era el del señor Ramiro Delgado ya que estaba muy grande.
Las fiestas que más se celebraban y que eran las más bonitas eran las del 5 de Mayo y las de los días 15 y 16 de septiembre, se juntaba toda la gente, muchos niños de las escuelas participaban en los bailables, no venían de otras partes.
Las comidas que más se acostumbran eran la carne guisada de chivo o conejos con chile colorado y le ponían una poquito de harina, quedaba muy sabroso el caldito espesito.
La comida que más me gustaba era la carne guisada, pero más me encantaban los frijolitos en bola cocidos en un jarro y guisados con manteca, le ponían un chile verde y me los comía bien calduditos.
En esa época los niños y niñas jugaban con los amigos a las canicas, al trompo, al bebeleche, a las muñequitas de garra, a las comiditas y hacían trastecitos de lodo con platitos y jarritos.
Escuchábamos la música y las novelas en la radio, pues no había televisión.
Las señoras acostumbrábamos a bordar en bastidores, a hacer colchas de algodón y lana, se cardaba la lana para hacerlas, también deshilábamos los manteles y después los bordábamos y tejíamos.
Platicando con doña Lupe González y don Juan Sánchez del Ejido Dolores en esta cabecera municipal, personas ya de más de 80 años de edad, me cuentan que en aquellos años aquí se sembraba mucha caña de azúcar, algunas las iban a vender en carretas o guayines, como su papá que las vendía en Piedras Negras, Coah., otra parte las molían, cuenta que aquí había tres molinos para hacer la molienda de caña, uno era de don Herculano Villarreal, otro de don Tacho Leiva y otro de don Telésforo Flores; me narra lo que recuerda de cómo era el proceso de la molienda de caña, primero se amarraban unos caballos o machos a la alza del molino de fierro, el trabajo de los animales era dar vueltas y vueltas hasta terminar de moler toda la caña, una persona estaba en medio donde estaba el molino para estar metiendo la caña por donde tenía un engrane con unos tornillos, al dar vuelta los animales hacían que se moliera la caña, se ponía una vasija grande donde por un canalito iba a caer el aguamiel, la otra parte de la caña era para hacer piloncillo.
Proceso para hacer el dulce de piloncillo.– Para hacer una paila se duraba como ocho horas, después se colaba con unos costales de manta que había antes, donde venía la harina y el azúcar, y que bien lavadas las pailas, que eran de fierro bien grandes y bien hondas que parecían unas chimeneas, se usaban cuatro troncos para sentarlas, unas personas eran los encargados de estarle metiendo leña por debajo de donde se sentaba la paila, para que no se apagara la lumbre, ya estando bien sentada la paila le echaban tierra, hacían como lodo para que no se saliera la llama y diera más calor, había unas personas que sabían cuantas horas se tardaba para darle el punto al piloncillo, pues cuando estaba chicloso era que ya faltaba poco, cuentan que tenían muchos molde de barro y tenían una vasijita que le decían jumate, con una palita de tabla que era para enfriarlo lo movían mucho, era un trabajo muy batallozo que entre varias personas tenían que hacer, tenía un tío que lo tronaba bien bonito y cuando tronaba es porque se hacía un globo y cuando se tronaba muchas veces era que ya estaba.
Pero que un señor era el que le daba el punto, sacaba poquito y echaba una gotita en un vaso con agua y se iba hasta abajo y era cuando ya les decía que lo sacaran porque ya había dado punto, se hacía una melcochita, era cuando se podía echar en los moldes.
Mucha gente iba a comprar pues oían que ya estaba tronando el dulce pues se escuchaba a varios kilómetros y la gente llegaba con vasijas o frascos para que se los llenaran y hacían dulce con corazones de nuez o de cacahuate.
Recuerdo que había niños traviesos que cuando se descuidaba el señor encargado del dulce se llevaban un buen puño y lo hacían repelar, dice doña Lupe yo estaba chamaca y veía como lo hacían, pues mi papá llevaba su caña a moler por eso lo recuerdo mucho.
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