lunes, 29 de junio de 2020

Piedras Negras

UN PASEO POR LA PLAZA PRINCIPAL
por Cholyn Garza


Las ciudades se construyen no solo de edificios sino de hechos y acontecimientos vividos, mismos que sus habitantes van transmitiendo a través de escritos o conversaciones casuales que se convierten -sin pretenderlo- en valiosísimo legado para las siguientes generaciones.
Piedras Negras, ubicada en la frontera norte de México, en el estado de Coahuila, no es la excepción. Colinda con Eagle Pass, Texas, nuestra ciudad hermana. Con 170 años de haberse fundado guarda en sus archivos una gran riqueza cultural e histórica que, si bien se conoce, es gracias a la valiosa aportación de historiadores, a través de sus investigaciones.
Sin embargo, el cómo era la ciudad, qué había en tal lugar, cuál era el comportamiento de sus habitantes, se puede ir conociendo a través de historias personales. Considero que esas también son algo que se debe compartir para enriquecer aún más la historia de los pueblos.
En mi aportación, aunque muy sencilla, quiero mencionar la Plaza Principal y los edificios que la rodean.
En este recorrido virtual, me remonto a la década de los 60´s cuando la ciudad de Piedras Negras y yo tuvimos nuestro primer encuentro. Mis recuerdos se dirigen hoy a la Plaza Principal, que en esos años conservaba ese encanto natural de las ciudades de nuestro México. Al centro, había un hermoso kiosco de fina herrería, que en una época debió haber sido testigo mudo de la alegría de bandas musicales, de los coqueteos discretos de bellas chicas o del inicio, quizás, de relaciones de amistad, o de algún romance en un paseo dominical.
Desde la terraza de una hermosa casa ubicada frente a la plaza, por la calle Zaragoza, sus habitantes deben haber disfrutado diferentes acontecimientos de una época que hizo historia. La propiedad fue adquirida por el gobierno del estado durante la remodelación que se planeó a la plaza y sus alrededores, para convertirla en Casa de las Artes, donde se imparten clases en diferentes actividades artísticas y culturales.
La bella plaza se distinguía por la existencia de frondosos árboles, que ofrecían generosamente su sombra a quienes detenían su paso para tomar un breve descanso. Para deleite de los transeúntes, había jardineras con bellas flores que servían de ornato a la plaza. Recuerdo haber observado en diversas ocasiones a personas mayores de esa época, ocupando las bancas, compartiendo sin duda una buena plática. ¿Amigos? ¿Conocidos? No lo sé. Sin duda muchas experiencias se compartieron.
El melodioso sonido de las campanas de la Parroquia de Guadalupe (hoy Santuario de Guadalupe) anunciaban puntuales la misa que se iba a celebrar. De mi parroquia tengo muy bellos y muy personales recuerdos. Por ejemplo, cuando cumplí quince años, fue en Guadalupe donde asistí a dar gracias a Dios y a la Virgencita por tan significativo acontecimiento. Años después, en esa parroquia me casé con quien ha sido mi compañero de vida. Ahí solíamos asistir en familia a misa dominical y con mis padres en sus últimos años de vida. ¡Cuántos recuerdos! ¡Cuántas bendiciones!
En domingo, mi grupo de amigas de los años escolares, íbamos a misa de 12 y por la tarde, acudíamos al Cinelandia, ubicado en la calle Matamoros, a ver la película que se anunciaba en cartelera.
Con el tiempo, el cine cerró definitivamente sus puertas. Actualmente se transformó en auditorio que lleva el nombre de “José Vasconcelos”, en honor de quien fuera abogado, político, escritor, primer Secretario de Educación Pública en el país y rector de la Universidad Nacional, condecorado como Doctor Honoris Causa por la propia universidad y por las de Chile, Guatemala y otras más. Miembro del Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Lengua. Un gran personaje de la historia de nuestro México.
La Plaza Principal con el tiempo fue transformada en la Gran Plaza, de arquitectura moderna. En un espacio de la plaza se construyó El Chapulín, Museo del Niño. La modernidad vino a suplir la belleza que un día existió en una plaza, la principal, en nuestra querida ciudad: Piedras Negras. Sin embargo, habrá quien la recuerde con gran cariño como un día fue y las nuevas y futuras generaciones la conocerán a través de fotografías.
La presidencia municipal, era otra de las bellas construcciones que rodeaban la plaza, ubicada en la calle Abasolo con Zaragoza y que hoy, remodelada, se convirtió en Museo de la Frontera Norte.
Recuerdo que durante la administración municipal de don Daniel Hernández Medrano, fuimos a visitarlo a su despacho un grupo de chicas y jóvenes para solicitar permiso y llevar a cabo una kermes en una parte de la plaza. En esa época, teníamos un club de servicio al que le pusimos el nombre de Impala, del cual fui presidenta. Todos los integrantes compartíamos una inquietud: servir a los demás. Lo que obteníamos de nuestras actividades, lo canalizábamos a la comunidad. Ese evento sería para comprar pupitres que donaríamos a una escuela.
Era el mes de septiembre, el mes de la Patria dedicado a recordar a nuestros héroes, por lo tanto había que lucirse porque habría otros clubes con más experiencia que participarían en la kermes y nosotros éramos los más jóvenes. Trabajamos como siempre lo hacíamos con mucho ahínco. Nos reunimos previamente en casa para hacer todos los adornos y prepararnos con tiempo. Vendimos tostadas, sodas, hubo lotería y otros juegos: música también hubo para animar. En fin; hasta un burro luciendo un simpático sombrero participó en el evento. Los muchachos le colocaron un letrero con el supuesto nombre del animalito: Floripondio, que lo hacía más atractivo e invitaba a los niños a retratarse con él. Está de más decir que el evento fue todo un éxito y logramos nuestro objetivo: comprar los pupitres para una escuela que resultó ser la Club de Leones ubicada en la colonia 28 de junio.
Esa donación me la recordó mucho tiempo después, un señor que me reconoció y me abordó a la salida de una tienda. El señor resultó ser padre de un alumno de la escuela beneficiada y en ese tiempo, era el presidente de la sociedad de padres de familia.
Las personas agradecidas existen, no hay duda.
Cómo no recordar también la garita del puente internacional, donde realizaban su tarea de revisión los miembros del desaparecido Resguardo Aduanal. La llamada Puerta de México, con sus oficinas de migración y turismo.
Había también negocios, como por ejemplo el Restaurante Óscar con sus deliciosas hamburguesas. La farmacia Benavides, que en un tiempo tuvo su fuente de sodas.  Recuerdo que en verano colocaban en el exterior mesas con sillas para que se pudiera disfrutar una convivencia.    
Para finalizar, mencionaré a “Lolo” un personaje muy conocido en Piedras Negras, enfermo de sus facultades mentales. “Lolo” recorría las calles de la ciudad, el mercado, la antigua plaza, descalzo y con ropa sucia que mostraba el descuido en que vivía. No molestaba a nadie mientras no lo molestaran. En apariencia era tranquilo. Si veía a alguien en la calle que iba comiendo algo, lo seguía, hacía ruidos con la boca ya que no hablaba porque al parecer era mudo; Lolo estiraba la mano para pedirle el helado, la fruta o lo que llevara la persona. Si no le hacía caso se molestaba y podía propinarle un manotazo con tanta fuerza que hacía daño, así que lo mejor era compartir con Lolo el alimento que pedía para evitar problemas.
Había algo que molestaba muchísimo a este personaje. Cuando alguien le gritaba “Lolo no gana, gano yo” enfurecía y correteaba a quien se había atrevido a gritarle. Ahí se conocía su lado violento, aunque nunca supe ni nadie aclaró mis dudas cuando pregunté el porqué de su enojo al escuchar esa frase. Los loquitos del pueblo han existido como parte de la comunidad y tienen su propia historia.
 “Si las paredes hablaran” ¡Cuántas historias y anécdotas nos contarían! Los edificios, la misma plaza con sus bancas, jardineras y el hermoso kiosco guardaron para siempre verdades jamás contadas.

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